Estaba sentado en un suelo
cubierto de hierba.
Se levantó rápidamente y vio que
no estaba en la cueva, sino en un lugar verde. El olor a tierra mojada le
reconfortó, pero a su vez le aterrorizó. Se estaba volviendo loco, esas
alucinaciones no podían ser normales. ¿Dónde estaba la gruta? ¿Qué debía hacer?
¿Quedarse allí? No podía creer nada. La risa nerviosa comenzó a aflorar en su
cara mientras giraba sobre sí mismo esperando que alguien saliese gritando: ‘¡Es broma!’
Se mantuvo de pie durante un
rato, más tarde se sentó y comenzó a acariciar las briznas de hierba fresca,
sin saber cómo, acabó arrancándolas cada vez con más fuerza. No podía esperar
más en silencio, no tenía el móvil y no creía que alguien diese con él en ese
lugar inhóspito. Tenía la esperanza de que le buscasen en la cueva, le vieran
tirado en el suelo con un golpe en la cabeza y consiguieran despertarle, pero
el tiempo parecía avanzar y nada ocurría. No podía estar parado sin hacer nada,
iría a buscar ayuda.
Los árboles cercanos parecían
esconder un sendero que se adentraba en la gran arboleda. El camino era muy
salvaje, grandes ramas se atravesaban, enormes zarzas crecían por doquier y
debía ir sorteando gruesas raíces. Su cabeza seguía en estado de shock, debía
de estar soñando, se resistía a pensar que acababa de perder el juicio. No
podía estar ahí, era imposible. Después de andar un tiempo y no encontrar
ningún atisbo de civilización, se vio desesperado, no conseguía tranquilizarse,
y para más inri empezaba a estar cansado y a tener hambre. Hacía unas horas que
había comido, pero su estómago parecía un león enjaulado.
Adentrándose más en el bosque,
perdiendo la noción del tiempo vio frambuesas silvestres al lado de un pequeño
arroyo, y aunque pocas, decidió comerlas. El vacío que sentía en su estómago le
desapareció de inmediato.
Cuando notó que la luz dejaba de
entrar entre las ramas de los árboles y el día estaba acabando, su paciencia
también comenzó a extinguirse. No quería caminar más, no podía continuar esa
mentira ¿Un loco se daría cuenta que ha perdido el juicio? Antes de responder y
enfadarse de nuevo, un fuerte dolor de estómago le sacudió, provenía de sus
entrañas. Continuó andando, pero los pinchazos en el abdomen le afectaban
demasiado, la vista se le nublaba y los dolores aumentaban. Se encontraba mal,
pero debía aguantar, tenía que despertar o regresar a casa. Al final se desmayó
en un pequeño terreno despejado que había en aquel extraño bosque.
La noche se cernió sobre la
arboleda y el claro comenzó a iluminarse. Miles de luciérnagas cubrían el suelo
en el que se había desmayado. De los árboles provenían pequeños gritos agudos
que llenaban el lugar. Una luz blanca procedente del aura de un ser extraordinario
empezó a surcar el aire calmado de aquella noche. La luz llegó hasta el cuerpo
tirado del joven, el ser poseía alas transparentes similares a las de las
libélulas, pero mucho más grandes.
La piel de aquella criatura tenía
un tono más pálido al de los humanos de tez clara. Sus mofletes estaban
encendidos y el pelo era rubio, recogido con tallos de hojas, y le caía en
tirabuzones como rayos de sol por la espalda. Sus ojos eran verdes y su sonrisa
blanca como la nieve.
El ser tenía el tamaño de un humano
mediano, y con sólo levantar el brazo, todos los sonidos del bosque cesaron. Su
aura brillante, junto con las luciérnagas y la luz de la luna, daban un aspecto
ensoñador al claro. Con una simple palabra, ella y el joven desaparecieron del
bosque para aparecer en una habitación.
La criatura llamó a una enfermera
y rápido la puerta de la estancia se abrió. Se trataba de un ser de la misma
raza, pero en proporciones mucho menores. El color de la piel era igual, los
ojos azules y el pelo le caía moreno y liso, sobre los hombros.
-
¿Me ha mandado llamar alteza? - dijo el hada con mucha
gentileza.
-
Si, Jäesmine, quiero que cuides del muchacho.
-
Pero señora,
es…. – la reina le miró impactante
-
¡Chhssss! este no es lugar seguro para hablar. Nadie en
el mundo debe saber que ha logrado atravesar las barreras. ¡Ten precaución!
La reina desapareció y dejó allí a la pequeña
criatura al cuidado de Adrián.
-
Buenas noches Limëy – le dijo el hada masculina que
estaba esperándola al lado del trono.
-
Buenas noches Sylvain, te he reunido para decirte que
algo inexplicable ha sucedido. – El enorme salón estaba desierto, apenas
iluminado por varios candiles colgados en las columnas que delimitaban el
espacio central.
-
¿Qué queréis decir con eso? – preguntó el consejero.
-
Se debe evitar que nadie en Thirenae se dé cuenta de lo
que acaba de acontecer – Sylvain le miró con una ceja levantada impaciente.
-
Lo siento majestad, pero no sé lo que acaba de
ocurrir.- Limëy, comprobó alrededor y observando cada esquina, cada columna de
la sala del trono e incluso detrás de la cortina de terciopelo verde que daba a
las escaleras de la torre, empezó a contarle.
-
Hace unas horas
he recibido la noticia de que un humano del otro lado, había atravesado las
barreras …
-
¿Se ha recuperado el manantial?- le interrumpió.
-
No, no lo sé. Lo que es importante es que había llegado
al claro de Hëldary y se había desmayado.
-
¡Por Gäelid! Eso es imp..
-
He ido a echar un vistazo, pues no cabía en mi
asombro. – continuó la reina sin reparar en la nueva interrupción - Al llegar
le vi y le traje hasta los aposentos… de….- Sylvain carraspeó y le interrumpió
de nuevo.
-
Majestad ¿podría verle? Intentaría informaros de todo
lo que pueda descubrir – Limëy sabía que su consejero, que había sido también
el de su padre, había estudiado artes mágicas y había llegado a enseñar a
humanos magia cuando todavía estaban en pie las escuelas.
Los únicos humanos que quedaban
en esa tierra, eran los presos y esclavos de Hördtein. El equilibrio ya no
existía, nada en el mundo era lógico; las criaturas o se mataban unas a otras o
se recluían escondidas. Cada vez se iban extinguiendo más pueblos y con el paso
de los siglos nadie había podido frenar la ira del mal, cada vez quería más
poder; la mayoría de los magos habían perdido sus facultades mágicas de no usarlas,
se habían convertido en simples almas deprimidas encerradas en un cuerpo de
carne y hueso que no envejecía. Los humanos eran los únicos de Thirenae que morían
de forma natural, porque no había magia en ellos, su organismo dejaba pasar el
tiempo y la degeneración, aunque en
Thirenae los demás seres se hubiesen estancado.
-
Antes de ir a verle, me gustaría que me contara lo que
le preocupa Limëy, no debéis agobiaros. ¿Qué os ocurre? - la Reina le miró
apesadumbrada.
-
Tengo miedo. Temo por nuestra tierra, por todo lo que
pueda suceder. El humano está soñando como todos los que nos han visitado
siempre, pero si ha entrado de manera consciente, en vez de quedarse en la sala
del sueño, significa que..
-
le han trasladado
de espacio y tiempo – terminó Sylvain
-
¿Es posible? ¿Puede que sea… ¿Estamos preparados para
volver a combatir?
-
Hay que ser prudentes. – atajó el consejero.
-
Lo sé… pero..
-
Esté tranquila majestad, sabrá llevarlo bien como
siempre.
-
Estás muy equivocado Sylvain, mi cabeza está agotada y
siento que mi poder se va, va mermando, desaparece. – El consejero le miró
expectante.
-
Poco a poco voy perdiendo fuerzas, quizá algo detrás de
la zona prohibida u otra cosa me esté robando mis poderes, necesito ayuda o si
no, veo que mi reinado está llegando a su fin.
-
No diga eso majestad, lleva más de cinco siglos
gobernando y espero que sean muchos más.
-
Llevamos tanto
tiempo por la maldición de Hörd… , ese despiadado, nos ha metido en la
desgracia y las penas que está haciendo pasar a la gente las va a pagar muy caras.
– dijo limpiándose una lágrima blanca, que le escurría por la mejilla.
-
Le daremos su merecido majestad, los refuerzos que
esperamos si se hacen rogar serán poderosos.– le animó.
-
Gracias por tu honra Sylvain. – El consejero, de piel
algo más oscura y cabellos rubios, aparentaba los sesenta años de la raza
humana, le miró con sus ojos amarillos y la reina se tranquilizó al ver aquella
paz en ellos.
-
Gracias por no fallarme nunca – dijo con una gran
sonrisa.
-
Siempre podrá contar conmigo majestad.
Anduvieron los corredores hasta la
habitación de Adrián. Estaba despierto y tenía a Jäesmine agarrada por los brazos,
hablándole y preguntándole cuando se iba a despertar de ese sueño.
Limëy se acercó y mirando a Sylvain
le dio la palabra, entonces éste se explicó:
-
Bienvenido a Hëldary, reino de las hadas muchacho. Estás
en Thirenae, la tierra de los sueños para los de tu mundo. Soy Sylvain, consejero
de la corte y sospecho por tus síntomas – decía mientras le atravesaba con la
mirada - que has sufrido una intoxicación al ingerir frutos de plantas mágicas
salvajes ¿Cierto?- terminó solemne.
-
¿Reino de las hadas? ¿Sylvain?... me estoy volviendo
loco.- decía Adrián asustándose.- ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude por favor! ¡SOCORRO!
– añadió gritando al observar los seres que tenía delante. – Intentó levantarse
de la cama pero no podía moverse.
-
¡Cálmate! ¿Cómo
has entrado aquí? ¿Quién te envía?- le cortó el consejero con aires
teatrales.
-
¿Thirenae? ¿Por qué estoy hablando con hadas? ¿esto
existe de verdad? ¿es un sueño?..... espera ¿las hadas no son más pequeñas?-
continuó diciendo Adrián muy nervioso, exasperando al consejero con tanta
pregunta. Jäesmine soltó una carcajada que se oyó como un chillido agudo.
-
Las hadas somos de distintas proporciones, pero mayoritariamente
somos muy pequeñas. Sin embargo, la familia real, junto con el consejo y sus
sirvientes somos más grandes debido a nuestras raíces élficas.- explicó Limëy
con una amplia sonrisa.
-
Parece ser que gente de tu mundo, está aliada con Hördtein
y éste…
-
¿Mi mundo?¿Éste es otro?.. Si solo hay uno - replicó el
chico interrumpiendo al consejero.
-
Sí, hay uno,
pero está dividido en tres. El humano que tú conoces, el mágico que es éste y el
de los muertos, que está dividido en dos – Adrián miraba todo extrañado.
-
Si es así ¿por qué habláis mi idioma? – las hadas se
miraron, Limëy se sentó en el regazo de la cama y acariciándole la mejilla le
dijo:
-
En este momento estás soñando y las barreras traducen
nuestra lengua, pero si algún día entrara alguien en realidad no lograría
entenderse con nadie, a no ser que se le conjurasen los oídos.
-
¿Y qué hago para volver a casa?¿Cómo puedo despertar?
Quiero irme de aquí- dijo alterado y asustado. - ¿Me he caído en la cueva y me
he golpeado? ¿Es eso?
-
Si no estás aliado con ellos y haciendo teatro, deberás
buscarlos antes de volver a casa – dijo el consejero.
-
¿Tengo que encontrar a esas personas y ya está? ¡No me
engañéis! ¿Qué me ha pasado? – preguntó Adrián.
-
No solo debes encontrarles, sino descubrir las armas…
-
¡Es una locura!....me he vuelto loco…me he vuelto loco
– decía balanceándose mientras se tocaba la cabeza - ¿Por qué me ocurre esto?-
preguntó levantándose de repente de la cama con la mirada perdida.
-
No estás loco, todo esto es real – dijo la reina.
-
¿Real dices? ¿Ésto es real?- dijo señalando las alas de
Jäesmine.
-
Sí, muchacho..
-
Adrián, soy Adrián aunque ya lo sabréis, sois fruto de
mi mente. ¿Qué me ha pasado?
-
Todo es real Adrián. – insistió Limëy.
-
En caso de que fuera cierto… ¿Cómo lo voy a hacer? - La
reina le sonrió y le apuntó con un dedo, le cambió totalmente las vestimentas.
Definitivamente no estaba cuerdo, toda la presión que había aguantado durante
sus años escolares había terminado por trastornarle. ¿Se había quedado dormido
o no recordaba algo grave que le había pasado en la cueva?
-
Permíteme que me presente, soy Limëy, Reina de Hëldary.
-
Me gusatría decir que encantado… - Sylvain le
escudriñaba y casi se sentía herido por su mirada amarilla – majestad – dijo
con una leve reverencia burlesca.
-
Cuando consigas encontrar a la persona que te ha
enviado a esa otra época y que sabe crear un portal, ven a visitarme, ¡Toma intensa
precaución!¡ Intentaré tener todas aquellas respuestas que buscas!¡Tienes que
ayudarnos!
-
¿Cómo que otra época?¿No has dicho que estaba dormido?¿Cómo
voy a saber quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué es esta ropa?- decía Adrián
alterado.
-
Cuando una mente atraviesa tanto las barreras del mundo
es porque ha sido trasladado en el espacio y en el tiempo sin conciencia de
ello. En cada época de tu mundo hay personas que saben abrir portales. El
servidor o seguidores de Hördtein estarán cerca de donde estás, quizá no sepas
quien puede abrir el portal, pero es algo que debes averiguar.
-
¿Entonces estoy durmiendo y además en otra época de mi
mundo?- seguía preguntando incrédulo profiriendo risas nerviosas.
-
¡Exacto! alguien te envió allí, haré que te despiertes-
dijo Limëy mientras él hacía lo posible por no perder el conocimiento por la
impotencia, era demasiada información increíble.
-
¡Espera!… debe haber algún error, dime la verdad,
asumiré que me tienen que encerrar…¡No!¡Espera! - la reina dio por terminada la
conversación.
Mientras Limëy se acercaba Adrián
buscaba una salida para escapar, pero se quedó paralizado al mirarse en un
espejo que había en la habitación que no le devolvía el reflejo. Jäesmine, con
su cuerpo de niña pequeña, se despidió de Adrián.
Limëy le apuntó con el índice y
susurrando se abrió un remolino de colores que lo confundió mucho más. Su mente
comenzó a dar vueltas, seguía luchando por huir de esa locura. Lo último de lo
que fue consciente fue su llegada a otro suelo instantes antes de caer profundamente
dormido.
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