La tenue luz de un día nublado le
despertó, miró a su alrededor y se cabreó, no estaba en la cueva ni en su habitación,
estaba en la sierra todavía, palpó su ropa desgarrada y el sentimiento de
alivio al recordar que iba a ser devorado por un lobo le invadió. ¿Cómo había
sobrevivido? Estaba a punto de desgarrarle con los colmillos ¿Por qué no
lo había hecho? ¿Qué o quién le había salvado?
La hoguera tenía unas pequeñas
llamas que delataban su culpabilidad, además, se encontraba en el interior de
un anillo con el borde de vegetación calcinada. Parecía que las llamas habían
quemado al lobo y un aro de fuego le hubiera protegido de los demás. No lo
sabía, era muy extraño ¿Qué había sucedido?
No encontró respuesta, lo único
que podía pensar ya que había sobrevivido era en continuar su camino hacia
Madrid o hasta el lugar donde estuviese ese servidor de Hördtein en ese sueño
de locos para poder despertarse y regresar a su casa.
Adrián cogió una rama para ir
apoyándose entre las rocas y emprendió de nuevo su viaje. El día parecía más
fresco, el cielo estaba encapotado y la amenaza de lluvia le gustaba, aunque la
idea de empaparse de nuevo no le agradaba tanto. El río comenzó a dejar de
encajarse en el granito e iba dejando paso a un paisaje más llano, algo más
abierto y con menos árboles.
Tras andar todo el día poniendo
en más de una ocasión la vista en los nubarrones negros, estaba agotado, no
sabía qué esperaba encontrar, sin embargo, seguía y seguía caminando. Había
tenido tiempo de sobra idear nuevas maneras de despertarse que no consistieran
en ser desgarrado o devorado por un lobo. Había tenido momentos que el silencio
y la soledad se le habían rebelado y le hacían viajar a algunos momentos que
había estado también sólo y perdido. La ocasión que se perdió en el zoo y los
profesores ni sus compañeros se acordaron de él, las veces que sus primos le
encerraban en la despensa de la vieja alcoba de su abuela con las respectivas
risas de sus tíos o aquellas en las que se había despistado en los pasillos de
un hipermercado…no quería recordar esos momentos, pero su situación no se le
presentaba nada optimista para hacerle olvidar o despejarse. Todo apuntaba a
que definitivamente habían conseguido volverle loco.
Por fin, cuando la tarde estaba cayendo
y se avistaban relámpagos en el horizonte llegó a la linde del bosque. Se
apreciaba una orografía más llana y una enorme acumulación de agua, las aves
abundaban, así como, los juncos y otras especies acuáticas, era un humedal.
Comenzó a chispear y Adrián buscó
desesperadamente ramas y hierba seca para envolverlas en la túnica, tendría que
pasar algo de frío si quería tener madera seca para hacer después una hoguera.
Envolvió ramas, hierbajos, acículas secas de pinos y se cobijó bajo unas rocas
desde las que se veía el paisaje.
La lluvia caía de manera torrencial
sobre la tierra, los relámpagos iluminaban la sierra y los truenos agrandaban
su estruendo al retumbar en los recovecos de la cuerda granítica que eran las
montañas.
Las aves salían del agua para refugiarse
entre la vegetación, mientras que los rayos descargaban su furia contra el
agua. El sol parecía luchar entre las nubes para hacerse un hueco y finalmente
lo consiguió mientras seguía cayendo el aguacero, dando lugar a un gran arco
iris. Otras veces había estado empapado bajo la lluvia. Era fría pero le
calmaba, le apagaba y en esa ocasión le liberaba a pesar de seguir encerrado en
esa pesadilla creada por su propia mente.
Cuando pasó la tormenta, pudo ver
a un hombre a lo lejos con varios patos en la mano, muertos. Adrián vio la
oportunidad de seguirle, era el primer avistamiento de humanidad y si llevaba comida
era porque se dirigía a su casa o algún lugar para comerla.
Sigilosamente, se fue camuflando
como pudo sin perder de vista al hombre, mientras le parecía absurdo pues
podrían salirle mal los planes. Al principio hacía ruido, pero procuró no
perder la calma e ir siguiéndole sin nervios para no delatarse.
En lo que le pareció ser un cuarto de hora o
un poco más llegaron a un camino que llevaba hacia unas casas en el monte,
tenían aspecto pobre y de madera. Adrián se quedó escondido en los árboles, no
podía salir de la espesura siguiendo al hombre; esperaría a que fuese de noche.
Observando las casas y en la
ubicación en la que creía encontrarse, pensó que quizá esas casas, fuesen parte
del emplazamiento primitivo del pueblo que había en su tiempo, al pie de la
montaña. En su época había un castillo que creía recordar del siglo XV, pero
allí no veía nada. Le dio un vuelco al corazón, de estar en lo cierto, y de no
tratarse de una enfermedad mental, estaba más de seiscientos años antes de que
él mismo naciera. ¿Sería posible?
La tarde llegó a su fin y la noche
entró de lleno, no podía resistir la impaciencia de aventurarse hacia la aldea;
era tal el hambre y la ansiedad que no encendió ningún fuego. Dejó las ramas y
abrigándose comenzó a andar bajo el cielo estrellado. Se acercó al asentamiento
con cautela, llegando junto a una casa de las afueras con el tejado de paja y
las paredes de adobe encontró un huerto pequeño con la puerta abierta en el que
pasar la noche algo más resguardado que en el bosque por temor a que le
volviesen a atacar los lobos. No investigaría hasta el alba, de noche todo era
oscuridad, no vislumbraba nada.
Había algunas verduras y una cuadra,
por lo que pasaría allí la noche y al despertar cogería algo de comer e
intentaría llevarse algún animal para llegar más rápido, aunque le daba mucho
apuro que le pillasen robando, no creía que pudiese ni tan siquiera pensarlo.
Comenzó a hacer frío y aunque se
resistía a dormir, el sueño le venció cuando miraba el cielo. Sin enterarse
empezó a soñar y anduvo por el lugar en el que se encontraba, todo era de color
negro, estaba todo devastado, quemado y derrumbado, una gran pesadumbre le entró
en el corazón, grandes y oscuras fortalezas eran todo lo que quedaba en pie,
grandes cantidades de humo se desprendía de todos los lados y el agua de un río
que vio era oscura y escarlata como la sangre.
Al cruzar un puente, se encontró con una persona
que estaba en la sombra de una gran torre. Se acercó a la silueta y una voz
profunda le dijo:
-
¡Bienvenido!
-
¿Quién eres?- Le dijo Adrián desconfiado.
-
Eso no importa
-
¿Qué hago yo aquí?- el hombre se echó a reír.
-
Por fin ha llegado el momento, llevaba mucho tiempo intentándote
trasladar y lo he conseguido, ahora el príncipe está contento, sólo que alguien
parece haber intervenido y habéis caído lejos.
-
¿Príncipe? ¿De qué me habláis?
-
Lo sabes muy bien, has viajado en el tiempo para
aliarte con él. – le explicó con voz rasgada y llena de emoción.
-
Yo no me voy a aliar con nadie – a Adrián se le cayó el
alma a los pies, no podía ser real…no podía aceptar que no fuese un sueño todo.
El hombre debía ser el vasallo de Hördtein.
-
Tu poder es esencial, Adrián, sólo juntos lo podréis hacer,
hemos esperado mucho tiempo y nos ha costado encontrarte.
-
Me da igual, no me aliaré con ninguno de vosotros. Si
no estoy soñando ¡Devolvedme a casa ya!
-
En Thirenae ¿sabéis dónde reside el poder?
-
Ni lo sé, ni me importa sólo quiero volver dónde estaba.
– dijo Adrián con arrogancia. El hombre encapuchado sacó una daga reluciente y
le atacó. Al atacarle esperó sentir dolor y despertarse en su cama, sin embargo,
notó como si su materia se desvaneciera y apareciera de nuevo en el patio de piedra
cercano al huerto que había encontrado la noche anterior. Se despertó muy
sobresaltado, había sido un sueño que le confirmaba su peor pesadilla: o bien le
habían trasportado realmente o su enfermedad iba aumentando por momentos.
Cuando quiso levantarse, estaba
atado a la pared de la casa por una cuerda. Adrián comenzó a gritar, pero nada
ocurría. Tras un rato que le llevó entrado el alba, ya había desistido de
gritar, entonces escuchó ruidos en la casa.
Al momento salió un hombre
vestido con harapos de campesino, la cara la tenía tan sucia como sus vestimentas.
-
¿Qvod facíais vos en el horto? – Adrián, tenía que
inventarse algo.
-
¡Suéltame! ¿Por qué me atáis?- el hombre se reía viendo
sus zarandeos. Comparó sus vestimentas con las del hombre y parecían más caras.
¿Podría hablarle como si fuese hijo de otro señor?
-
¿Cómo os atrevéis a atarme así? ¿Quién os fabéis
creído? – interpretó Adrián.
-
Estábais dormiendo para luego furtarnos.
-
¡Suéltame!
-
Perdonad, mas debo cuitar la terra a la que sirvo et
sólo al senhor de estas terras no a vos.
-
Desátame y quizá piense en olvidar tu castigo - el campesino
volvió a reírse acercándose a su cara. Quería escapar y seguir a Matrice.
-
¡Suéltame! ¡He de llegar a Magerit! – dijo Adrián
intentando zafarse.
-
¿Ubi decís vos que se dirige? – dijo el campesino echándole
el aliento en la cara. Adrián recordó como pudo, que al Manzanares se le cambió
el nombre mucho más tarde pero antiguamente era Guadarrama. ¿Qué habría dicho
si su profesora no les hubiera contado eso como anécdota? ¿Y si no lo hubiera
recordado o no hubiese prestado atención?
-
Allí donde el Meaques y el Guadarrama se unen – afirmó
esperando no haberse equivocado.
-
Matrice es territorio árabe ¿Qvi queréis de illic?
-
Ya ..sabía que es territorio sarraceno – improvisaba nervioso
- más tengo familia en al-Magerit que ayudar.
-
Non por nunc.
-
¡Debo llegar cuanto antes!, debe darme un caballo para
ponerme en camino – se atrevió a decir descaradamente. El campesino volvió a reírse
y tirándole de la mejilla le dijo:
-
Debo avisar a meo senhor, latronzuelo – recalcó la
última palabra marcando las sílabas con fuertes tirones de mejilla.
-
Deme algo con lo que ir ¡ahora! – dijo Adrián levantándose
de golpe intentando ir a pegar al hombre. No quería imaginarse la escena porque
le entraría la risa, debía de ser ridículo su intento de imponerse, ya que no impondría
ni a una mosca.
-
Los caballos del meo senhor sunt et vos un latrón qui
venia a furtarme.
-
Ya le he dicho que me entregue otro animal que me pueda
llevar- Adrián no quería hablarle tan mal, pero si no lo hacía se daría cuenta
de que no era de por allí.
-
¡No os daré nada!, siga a pie – dijo algo violento el
hombre. Adrián comenzó a ponerse nervioso creándose rozaduras de tanto intentar
escapar. Se lo exigió de nuevo, para infundirle respeto cogió la cuerda y con
ella se impulsó haciendo ademanes violentos de ir hacia él.
-
¡Dadme otro animal, triste campesino! – el hombre al oírle
y mirarle con bastante mala cara dijo:
-
Tengo un borrico
qui quizás os valga, lo íbamos a dar morte – no sabía si era buena la idea de
andar unos 50
kilómetros con un burro, pero eso era mejor que nada.
-
No me agrada del todo, pero me sirve, ahora ¡Suéltame!
-
Antes debe saberlo meo senhor.
-
¡No! ¡Debo partir cuanto antes! – el campesino al oírle
fue a la puerta del huerto.
-
¿Dónde vas? ¡Vuelve aquí y desátame!- no le extrañaba
que se echase a reír, jamás se había impuesto a nadie; debía sonar teatral y
ridícula su voz dando órdenes de esa forma.
-
Voy a avisar al senhor et después del castigo, decidirá
si darle el burro cansado, o non.
-
¡No!¡Vuelve!- pero el campesino ya se había ido, ahora
tendría que escapar antes de que volviese, debía huir con el borrico. No tenía
más opciones.
La cuerda de esparto que le
apretaba las muñecas estaba muy áspera y sólo con pensar su modo de escape le
entraba dentera, pero debía intentarlo. No sabía si el señor del feudo era el
mismo que había aparecido en su sueño. Se acercó ambas muñecas a la cara, pero
no llegaban; tuvo que apoyar la cabeza sobre la pared ejerciendo presión para
poder alcanzar la cuerda que le había hecho rozaduras. Empujando y con dolor
comenzó a humedecer el esparto con la lengua, después con el colmillo derecho
que era el que llegaba comenzó a deshilachar la cuerda. Poco a poco los
hilillos ásperos caían rotos en su lengua provocándole escalofríos. Por fin
consiguió liberarse una mano, la otra fue más fácil.
Rápido fue a la cuadra y cogió el
burro por los estribos. No paraba de rebuznar y quedarse parado, pero tirando
de él avanzaba sin colaborar. En la cuadra una bota colgada de vino estaba al
lado del borrico y la cogió para llenarla de agua. Al salir vio una bolsa de
cuero llena de verduras recolectadas y también la cogió. No le gustaba robar, pero
no tenía más remedio debía huir.
Debía darse prisa, pero el animal
seguía sin querer moverse y los pasos que conseguía eran lentos. Un pequeño
revuelo cercano le informó de que se dirigían hacia él. Al final se subió como
pudo a la silla del burro y con el aumento de carga comenzó a andar. Debía acelerar
y llegar cuanto antes a los árboles cercanos.
Por suerte, cuando los gritos y
cachetazos se oían desde el patio, él cruzaba la linde del bosque intentando no
levantar sospechas para que no le descubrieran.
Ató el animal a un tronco y
corrió a escondidas a observar al señor. No era el mismo que el de su sueño.
Iba vestido con ropajes caros y reprendía al campesino. Adrián quería interceder
por él, pero no sería posible, no le dejarían escapar de la población y debía
seguir el río hasta Matrice y allí idear un plan de huída hacia la cueva en su
tiempo, para conseguir llegar sano y salvo a casa ¿Era todo cierto o debía
pedir ayuda a los médicos?
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