VI. CATUS, CATO


La alcoba tenía aspecto de observatorio, todo estaba lleno de cachivaches, pergaminos, plumas y muchos pañuelos de todos los colores. En medio había una gran alfombra con cojines y una bajita mesa. Maslama se sentó en la alfombra pegado a la mesa e invitó a Adrián a sentarse frente a él y comer algo de lo que había en ella. ¿Cómo era posible que fuese él con lo joven que era?

-          Te harás muchas preguntas sobre mis conocimientos ¿verdad viajero? – le dijo el astrónomo
-          La verdad si, pero antes dime cómo hablas con tanta fluidez el castellano.
-          ¿Castellano?¿yo? No tendría reparo, pero no lo he aprendido.
-          ¿Entonces?¿Cómo puedo entenderte?¿Cómo te he podido encontrar?
-          No lo sé, yo te escucho en mi lengua - Adrián se sorprendió.
-          ¿Tu lengua?...
-          Por lo demás, me he preparado para este encuentro desde hace años, todo lo revelan los astros, cuando llegaste tuve que intentar susurrarte en sueños para que pudieras encontrarme. – le interrumpió el astrónomo.
-           ¿Cómo sé que debo confiar en ti?- preguntó Adrián
-           Que te hayan arrancado de tu tiempo, no quiere decir que no haya nadie del bando correcto – la boca del chico se abrió.
-          ¿Conoces Thirenae?¿No estoy loco?¿O a ti también te estoy imaginando? ¿Me puedes explicar algo de todo esto?¿Cómo puedes ser tan conocido y ser tan joven? – le pidió casi suplicando.
-          Claro que no estás loco, o al menos no por saber de Thirenae o que te encuentres tan lejos de casa. – Adrián respiró hondo liberándose, el desequilibrio emocional fue tal que casi llora. Había tolerado muchas cosas por temor a empeorar su cordura, pero ahora más que libre se encontraba muy asustado.
-          No te pongas así, debes reponerte y ser fuerte Adrián.
-          Lo siento.
-          Yo sí que lo siento, eres muy joven para entrar en este viejo juego, pero debes resistir ¿entendido?
-          ¿Y tú? – el joven le atravesó con su mirada oscura…
-          Ya, ya – dijo Adrián tranquilizándose a sí mismo.
-          Bien chico, el tiempo en Thirenae pasa diferente, que yo aún tenga esta edad aquí no quiere decir que no haya pasado demasiado tiempo allí desde niño. Ya aclarado esto, entonces puedes preguntar lo que quieras para calmar tu sed de conocimiento ¿Qué te gustaría saber?
-          ¿Qué es Thirenae? – preguntó Adrián.
-          Una parte del mundo donde va la mente de la gente mientras duerme.
-          ¿Siempre?
-          No siempre, aunque esto ya lo sabías ¿no?
-          Sí – dijo Adrián pensativo
-          Y sobre este tiempo ¿no quieres saber nada?

-          Historia de Mayrit, por ejemplo, siempre he tenido curiosidad. – dijo aún consternado.
-          Sabes que la ciudad tiene gran cantidad de agua subterránea y su alta posición entre tres grandes valles y su cercanía a la sierra le dotan de una gran seguridad. Habrás venido por la ribera y te habrá sorprendido llegar hasta una calzada romana. ¿Verdad?
-          Exacto – contestó el chico.
-          He de decirte que dicha vía se trata de un camino rural empedrado por los romanos, no era una ruta oficial e importante. Unos la llamaban Ursia, por los osos, otros soñadores Mantua e incluso Maioritum, pero lo cierto es que los visigodos no debieron hacer grandes cambios en la denominación romana Matrice que incluso Mayrit recoge la base de su significado “lugar con mucho agua subterránea” “madre de las aguas”. Matrice era un vicus romano, después lo aprovecharon los visigodos y posteriormente nosotros trasformándolo en un gran ribat por su gran enclave estratégico con vistas a la sierra para la protección de Toletum.- explicó el astrónomo.  
-          Muchas gracias… pero ahora quiero saber cómo sabías de mi llegada.
-          En el cielo las estrellas cambiaron hace unos días, me encontraba en mi escuela en al-Qurtuba y pidiendo permiso a mis maestros vine aquí cuanto antes, pues las estrellas me revelaron que el elegido llegaría a su ciudad en pocos días para recibir noticias y ahí es donde entro yo.
-          ¿El elegido de qué? ¿Seguiste una estrella hasta aquí?- dijo Adrián con algo de sorna.
-          Todo a su tiempo. Por lo que he podido saber, Thirenae se encuentra bajo el mal y nadie ha podido hacer nada, todos están a la espera de que alguien llegue y les salve- explicó Maslama.
-          ¿Se supone que soy yo? ¿y quieres que me crea que no es un sueño? no puede pasarme algo parecido a los libros y epopeyas- dijo Adrián incrédulo.
-          No sé si eres tú o no Adrián, pero el motivo de que estés aquí es que alguien te ha trasladado en el espacio y el tiempo y ha sido a ti y no a otro.
-          ¿Entonces soy un elegido? ¿Para qué? ¿Qué debo hacer? Porque no se hacer nada ¿Y si se han equivocado?
-          Exactamente, en Thirenae serás llamado en ocasiones Mäjesh y sería porque el día de tu nacimiento la luna estaría alineada con la constelación del guerrero, con lo que serías un elegido por nacer bajo esa revolución astral.
-          ¿Y cómo debo actuar? ¿Debo matar al malo?- dijo Adrián muy nervioso. - ¿No puedes devolverme a casa? – insistió.
-          Tranquilo Adrián, no debes asustarte. Si consigues entrar en Thirenae, podrás ver que igual las cosas van mal, pero deberás darle ánimos a la gente diciéndoles que todos los que nos vinimos de allí estamos fomentando y ayudando a la historia del mundo, no somos traidores, intentamos mandarles ayuda pero no les llega.
-          Vale, lo recordaré… - el árabe se levantó y se puso a buscar algo entre algunas cajas. Adrián se levantó y se puso a mirar por encima y a observar los dibujos y cartas astrales que tenía el matemático sobre la mesa. Tenía varios astrolabios, quizá creados por él. A uno de ellos le dio unos toques para que comenzase a girar. En una de las órbitas del objeto empezó a parpadear una piedra pequeña, del mismo modo que una dinamo al pedalear. Maslama asombrado se acercó y miró a Adrián que le observaba asustado. Paró el astrolabio y cogiéndolo con las dos manos volvió a escudriñar al muchacho
-          Tal vez … podría ser que....¡Eureka! - pensó Maslama en alto.
-          ¿Qué ocurre?¿Pasa algo?
-          No, nada muchacho. Debes guardar esto hasta el día más indicado, acabo de comprender que nuestra charla lleva fijada siglos en el firmamento. Esta runa… no cabe duda de que eres especial. No funcionó conmigo porque no está hecho para mí.- Adrián miró y el objeto era un pequeño amuleto en roca verde parecida al jade o una esmeralda, con brocados negros y una forma similar a la letra pi. Según las estrellas los días pasados y la posición del astrolabio al tocarle, deberías ir hacia el norte. No te preocupes del cómo, los carros de provisiones están a punto de volver, quizá puedas ir con ellos cuando acabe el mercado.
-           ¿Crees que me dejarán acompañarlos?
-          Tranquilo, si se lo digo a ellos seguro que te dejan. – dijo con una sonrisa. – Si no hablaremos con el jefe del ribat y que lleven.
-          Gracias por todo Maslama; incluido por todos los conocimientos que dejarás tras de ti.
-           Sé que no muchos me conocerán, pero sé que mis estudios acerca del astrolabio y tablas cósmicas serán muy importantes, así como la difusión de las matemáticas por el continente; otra de mis tareas es ayudar a que Al-Andalus legue todos los conocimientos de aritmética a esta nueva sociedad. – dijo orgulloso Maslama.
-          No solo aritmética, también haréis legar la filosofía tanto griega como árabe,  muchas, muchos estudios de medicina, botánica y alquimia de los elementos y todo aquello que se me escapa.
-          ¿Tanto? Fantástico. Entonces merecerá la pena arriesgarse a tener una vida entera sin magia.- dijo pensativo el astrónomo.
-          Si, desde luego. - apuntó Adrián mirando los ojos oscuros del chico con una sonrisa.
-          Gracias a ti por venir.
-          Maslama le sonrió y con esa frase dio por finalizada la conversación. Después levantándose de la alfombra le dio un pañuelo blanco, pero como Adrián no sabía para qué, el astrónomo se lo enrolló alrededor de la cabeza a modo de turbante.
-          Será mejor que vayas así durante tu estancia. – Adrián le sonrió. Después salieron de la alcoba para ir a los carros de provisiones encontrados en el patio interior del alcázar.

Adrián le siguió por los pasillos bien adornados; grandes plantas colgaban de las paredes e incluso había alguna fuente en el interior.
Llegaron al patio principal y allí había un montón de árabes sacando provisiones de un carro tirado por caballos negros. Todos al ver a Maslama y al joven, se quedaron quietos y susurrando entre ellos comenzaron a escucharle:

-          Trabajadores, servidores de al-califa, es de vital importancia que lleven al joven hacia el Norte con ustedes – todos miraban a Adrián y luego otra vez al maestro, le empezaron a responder en árabe, Adrián no prestaba atención, seguía ensimismado con el edificio, pero por sus expresiones entendía que tenían algún problema en llevarle, Maslama les explicaba y todos asentían, cuando el maestro se giró y le miró sonriéndole comprendió que estaba solucionado el problema.
-          Partirán al caer el sol, si es de tu agrado date una vuelta por Mayrit. Mejor no te acerques al mercado la gente no es de fiar por allí.
-          De acuerdo, muchas gracias por todo gran sabio. Ahora volveré a por mi burro – dijo el muchacho mientras asentía y agradecía los consejos del matemático. Maslama entró de nuevo en el palacio y Adrián salió corriendo gritando:
-          ¡Espera Espera!- Maslama volvió a asomarse al umbral de la puerta.
-          ¿Si?- preguntó.
-          ¿Para qué sirve la runa? – dijo mostrando la piedra.
-          Llegado el momento lo descubrirás. – El astrónomo se fue y le dejó allí plantado con la duda. Fue a la puerta por la que había entrado, la entrada principal a la residencia del jefe de la milicia árabe del ribat.  

Salió del patio del alcázar y andando por las calles empedradas de la fortaleza con el borrico, se puso a pensar en la runa y la conversación que había tenido con el astrónomo, el cual le había afirmado que realmente había sido movido en el espacio y en el tiempo. ¿Por qué habría brillado la piedra?¿Qué quería decir con que a él no le había funcionado? No sabía las respuestas ni creía que llegara a encontrarlas pronto. Decidió despejar su mente en ebullición buscando algo que ver o hacer lo que le quedaba de tarde hasta que tuviese que regresar a los carros.

 Por lo que había visto, el alcázar estaba situado en el mismo sitio que el Palacio Real de su época. Donde él calculaba que estaría la joven Catedral de Santa María La Real de la Almudena, estaba la mezquita que había visto desde lo alto de la colina del otro lado del río. Tenía la almenara muy alta y en cuanto a estructura le recordaba a la Giralda de Sevilla. Siempre se había preguntado como la corte central del imperio cristiano no poseía una catedral más antigua, gótica tal vez.

En ese momento era consciente de cuanto darían los arqueólogos e investigadores por conocer todas aquellas cosas que estaba viendo, pero no sería posible porque al volver al tiempo real comenzarían a excavar y luchar hasta encontrar todo lo que hubieran visto y no encontrarían la mitad de las cosas. Las piedras y materiales con las que estaban construidos aquellos edificios serían recicladas para otros edificios que necesitasen surgir en un nuevo avance de la ciudad.

Interpretando lo dicho por Maslama, Magerit, Mayrit o Matrice, habría sido anteriormente unas cuantas familias con huertas que cultivar, algún oficio en el que atender las necesidades y algún templo para facilitar la esperanza, pero todo sin ninguna importancia, tal vez por suerte de encontrarse en una vía secundaria que unía La vía de Segovia a Toledo, la principal, con Complutum la futura Alcalá de Henares.

Seguro que en otras ciudades europeas pasaba lo mismo, aunque no tuvieran nada que ver los árabes. Todos los lugares han sido invadidos alguna vez por otros pueblos o culturas y de la unión han florecido unas nuevas tradiciones, lenguas, jerarquías y estilos de vida totalmente duraderos y que han dejado su huella en la historia siendo así un legado a través del tiempo. Un ejemplo que pensó Adrián fue en la tribu de los Parisii, que habían habitado una vez la orilla del Sena, y tras ser invadidos por los romanos vieron su poblado transformado en Lutecia, pero supieron resistirse y aún siendo arrasada más tarde por los bárbaros, los galorromanos proclamaron un emperador de la Galia y rebautizaron la ciudad de Lutecia con el nombre actual: París. Seguro que algún resto conservan los investigadores franceses, dado el ejemplo, pero por mucho que luchasen por encontrar siempre habrá algo que no lleguen a descubrir.

¿Qué sería de la historia si las tribus celtas anteriores a Londinium, Lutecia o las celtíberas anteriores a Matrice hubiesen podido escribir su versión y las dificultades de adaptación a las que se tuvieron que enfrentar? Nunca se sabría, pero ahí quedaba la duda para todos los que se preguntasen acerca del pasado, que, aunque no se creyese llegaba a ser más incierto que el futuro.

Dejando a un lado su fuero interno, se fijó de nuevo en la ciudad. Vio a lo lejos el mercado; en la siguiente calle giró y divisó el muro. Le siguió y llegó al final de la muralla. Cerca vio una puerta que estaba abierta, por ella se salía a un arroyo en un pequeño barranco, al otro lado había casas de otro estilo distinto y con organización más propia de los mozárabes o cristianos. Más arriba, donde parecía que nacía el arroyo, había un gran edificio que se parecía a algunos baños árabes que había visto en algún documental, por detrás de ellos podría llegar a aquel barrio de extramuros y desprotegidos de la seguridad de la muralla.

Atravesó el campo por detrás de los baños, mientras veía como algunos niños corrían divirtiéndose jugando a algún juego. Las calles eran totalmente distintas y el ladrillo era mucho más utilizado; pudo ver como había un gran estanque artificial donde el agua del arroyo reposaba, después únicamente la capa superficial se adentraba en el suelo para abastecer a toda la medina y regar mediante acequias todos los cultivos de cebada y olivos.

Con el calor y bajo el Sol no soportaba el turbante, al final se lo quitó porque no aguantaba el picor de la cabeza. Contempló cómo al final del barrio mozárabe se estaba llevando a cabo una gran obra, por la estructura que llevaban levantada tenía aspecto de iglesia. Un camino llegaba a esa parte de la ciudad desde la vega del río y a lo lejos un campesino muy cargado, venía hacia él:

-          Menos mal que fabéis venido señor, esta ciudad cada vez va a peor- le dijo el hombre mientras se limpiaba el sudor con la camisa.- de nuevo la ropa nueva que le había dado Limëy le posicionaba mejor socialmente.
-          ¿Por qué es que lo decís?- dijo Adrián, adaptando de nuevo como podía su vocabulario.
-          Los moros nos apartan y no nos dejan quedarnos con nuestras terras y nos obligan a vender casi todo en el mercado de la mezquita.
-          Tranquilícese buen hombre, pronto llegará la libertad – haciendo como si se tratase de un secreto le dijo- El rey planea asaltar de nuevo la ciudad, toma quédate mi borrico en señal de promesa, pero no debes decirlo a nadie. – dijo Adrián para no crear males mayores, mientras acariciaba la cabeza de su compañero. Tampoco habían compartido mucho pero sí le había servido de compañía en los días, por el momento, más confusos y desorientados de su vida. Le daba pena pero no podría cargar con él en el carromato.

El hombre se quedó pensativo y cogió al asno muy agradecido. Puso su carga en el animal y haciendo reverencias a Adrián siguió su camino, sin dejar de despedirle con la mano.

La sombra de unos árboles se le presentó amistosa y se sentó a descansar. Comenzó a pensar mientras observaba el antiguo skyline que presentaba Madrid. Eso le trajo recuerdos sobre su ciudad contemporánea, cuán lejos y cerca al mismo tiempo se encontraba, pero nada había cambiado, la soledad seguía presente. Jorge era su amigo, pero no por ello, él solo tenía la amistad de Adrián, sino que se llevaba bien con mucha más gente. Era mucho más sociable o al menos no tenía el yugo puesto sobre él constantemente; no podía culparle ni acusarle de dejarle solo, pues no sería justo, pero sí que su amistad no cubría la enorme soledad que había llegado a sentir, esa que si desapareces nadie excepto tus padres te echarían en falta, aquella que se empeña en recordarte lo sólo que estás en los momentos más delicados y menos idóneos como el que se encontraba en ese momento. Quería alejar esos pensamientos, pero le era difícil.

El Sol empezaría a ocultarse en el horizonte en poco tiempo, así que empezó a correr para llegar de nuevo al alcázar, pero la puerta que antes se encontraba abierta ahora estaba cerrada. Tendría que llegar a otra a tiempo, pero no conocía ninguna más. Allí había un montón de gente del barrio cercano viendo como de costumbre, cómo les dejaban a la intemperie en la oscuridad de la noche. Muchos se reían al ver a Adrián golpear nervioso la forja y gritar palabras que no entendían, sin embargo, él estaba desesperado, tenía que llegar a coger ese carromato como fuera, era su única salida para estar cada vez más cerca de casa.

-          Parad senhor - le dijo una mujer acercándose
-          Tengo que pasar, no puedo quedarme aquí - dijo nervioso.
-          ¿Queréis vos acabar como ellos? - le preguntó señalando una pequeña construcción de madera con trozos carbonizados en la que no había reparado anteriormente a escasos metros de la puerta. Miró fijamente el lugar señalado y se le congeló la sangre. había tres cuerpos semi-esqueletos en descomposición.
-          ¿Qué queréis decir?
-          Est el sino de aquellos qui non aceptan sus normas, non podemos pasar por la noche a la almudayna. - Adrián estaba paralizado, no entendía la brutalidad ni la necesidad de aislar por las creencias religiosas. Estaba asustado pero no se podía permitir quedarse encerrado sin llegar al carro.
-          Gracias por el aviso, pero non puedo esperar.

Mirando la muralla vio piedras de sílex y pedernales que sobresalían de la tapia y decidió escalar y saltar la muralla de unos tres metros. Sabía que ser optimista era bueno, pero en demasiadas ocasiones, como en esa, se pasaba.

Empezó a subir, el afilado sílex le cortaba las manos. Se dejó caer mientras su impotencia iba en aumento. Tenía que pasar como fuera. Volvió a intentarlo varias veces más pero en todas se cortaba o caía. En una de ellas fueron ayudarle unos carniceros del arrabal que llevaban los cuchillos en el cinturón. En un descuido Adrián se los cogió y con el cabreo pegó una patada a una piedra y al chocar con la pared salieron chispas y olió a quemado. Después con furia empezó a escalar clavando los cuchillos en el escaso adobe de los huecos que había entre los pedernales, parecía fácil pero los brazos le tiritaban del peso y sus manos se quejaban de los cortes. Los cuchillos se hundían en el adobe seco. La gente que antes se había reído de él comenzó a murmurar cosas que Adrián no llegaba a comprender. Mientras subía no quitaba ojo de la cima, aún no habían llegado los vigías. Cuando pensó que ya casi había llegado los pies se le escurrieron y se quedó colgando del cuchillo. No podía soltarse o nunca saldría de allí, sus manos doloridas se negaban a seguir sustentando su cuerpo.

Sacando fuerza de donde no creía tenerla consiguió agarrarse a un pedernal afilado profiriendo un grito de dolor según notaba rasgar la ya castigada mano. La gente se conmocionó por la angustia del joven. Una vez arriba la gente empezó a gritarle algo parecido a Catus, Cato, pero desconocía su significado. Por arriba se dirigió haciendo equilibrio al tramo de la puerta y bajó por las estrechas escaleras de las torretas en las que debía de haber algún alguacil, era extraño que todavía no estuviesen allí para relevar a los que habían cerrado. Al bajar los últimos peldaños, escuchó voces y griterío, se asustó y se escondió en la oscuridad bajo las escaleras.

 Un par de árabes antorcha en mano, comenzaron a ascender por ellas y él aguantó la respiración, cuando dejó de escuchar las pisadas salió al exterior y la gente del otro lado de la forja al verle comenzó a aplaudir en vítores. Los árabes de arriba creían que les aplaudían a ellos por haber llegado a su puesto de trabajo y entre ellos se empezaron a reír de la ignorancia de esos mozárabes. Adrián se acercó más a la forja y tiró los cuchillos al lado de los carniceros y la gente de nuevo empezó a gritar Catus, Cato.

Se despidió de ellos y escondiéndose en la sombra de la muralla echó a correr hacia el alcázar. Corriendo por las calles se iba enrollando de cualquier manera el turbante sin perder paso porque allí le estarían esperando las carrozas. La gente mientras corría le miraba de mala manera e incluso algún hombre hizo ademán de ir a por él, entendía que quizá en esa época medieval eran siervos para la Yihad, pero él no había escogido ir allí y mucho menos quería morir en esa otra época, pero ellos no le creerían.

Al llegar al alcázar le hicieron montar en la parte de atrás de un carromato cubierta por una tela y así emprender rumbo al Norte, estaba metido entre paja y algún que otro árabe que no paraban de mirarle con el ceño fruncido.

Notó como los caballos poco a poco cogían una velocidad moderada y las ruedas iban saltando con los pequeños desniveles entre las piedras del camino. Estando más relajado se miró las manos ensangrentadas y con dolor recordó las palabras de la gente al ir subiendo la muralla impenetrable y entonces le dio un vuelco al corazón. ¿Había cambiado la historia o la había hecho él desde el principio? ¿El hecho de que hubiera podido escalar la muralla sería recordado como un mito hasta su tiempo y conllevaría que todos los madrileños fuesen gatos por genitivo, que en latín es Catus y con evolución Cato? las personas que le habían visto lo comentarían y con los años se lo contarían a sus nietos. Uno de esos niños sería el verdadero gato que fundó el linaje y gentilicio madrileño en la conquista de Madrid.

Además de esa leyenda hecha realidad recordó el olor a quemado de la muralla al chocar las piedras, así como todos los canales subterráneos de agua y otra frase mítica acerca de Madrid le llegó a la mente: “Construida sobre agua, mis muros de fuego son”. 



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