XIX. LA FERIA DE PRIMAVERA

No se esperaba que alguien se acordara de su cumpleaños, apenas gente lo recordaba en su tiempo, pero Alonso lo había hecho, le había zarandeado en la cama despertándole con un “Felix aniversario”.  Estaba agotado de la noche anterior, necesitaría dormir tres días seguidos para recuperarse. En cuanto estuvo despierto, las preguntas volvieron a abrumarle por completo. Los dos se vistieron y bajaron al comedor, allí estaba D. Felipe, el abad, Gustavo, Petronila y Leonor.

Según les vieron entrar gritaron lo mismo que minutos antes Alonso, se llevó una gran sorpresa. Nila y Leonor le dieron un extraño pastel que olía muy bien, Adrián de la alegría no se dio cuenta y las besó en la mejilla a cada una, ellas se sonrojaron, aunque parecían algo molestas. Alonso empezó a hablar:

-          El meo presente ob vestro aniversario est qui seas uno de mis acompañantes de honor en el desposo- Adrián al escucharlo se quedó con la boca abierta, quería aprovechar cuando se fueran a la boda para investigar en la casa y la abadía.
-          Pero no tengo trajes ni tampoco tengo nada donde ir, sería un placer, pero non tengo nada, lo siento. – dijo Adrián muy agradecido, pero fingiendo estar apenado. D. Felipe y le dijo:
-          Tranquilo Adrián, el meo obsequio est un vestuario, más novo, así podrás acompañarnos en ese díe tan special- dijo mientras le sonreía. El joven le escudriñaba ¿era él uno de los que habían prendido la cabaña?
-          ¿Estáis seguro? ¿Non est un díe familiar? – Adrián estaba confuso, no sabía si debía aceptar porque les sentara mal o se trataba de una forma de no perderle de vista.
-          Si, completamente. Opinamos qui tu lugar en la ceremonia est primordial – comentó el abad, Adrián le miró, después dirigió la vista hacia el señor y cuando este asintió, entonces aceptó por compromiso ¿Qué hacía en la casa del señor? ¿Acaso ambos eran cómplices de Thiago? Tenía que tener cuidado.


Después de desayunar, salió a la calle con Alonso a buscar a Blanca.

Las calles estaban mucho más decoradas que el día anterior, la gente estaba cantando y
bailando charanga mientras los campesinos del noble estaban trabajando. En la pradera
había muchos más puestos, incluso había una caseta más alta a las demás que era un escenario. Las casetas estaban formando un cuadrado y todo el centro libre. En él estaban colocando troncos para formar una gran hoguera central con espacio para bailar alrededor.

Mientras estaban allí llegaron carromatos con muchísimas flores más, pero esas flores,  le llamaron inusualmente la atención, la Flor del Cerezo. Grandes ramas estaban repletas de flores blancas y olorosas que de haber seguido en el árbol se hubiesen convertido en cerezas. Al verlas recordó el valle del Jerte, Villaflor y lo sucedido con las vacas. Lo que le trajo a la mente a Thiago.

Alonso se acercó al carro y cortó una piña de flores, se las entregó a Blanca, ésta las olió con agrado:

-          Agradecida, mi señor – le sonrió a su prometido.
-          ¡Qué bonito es el amor! – dijo el conductor.
-          Es Ermesindo – comenzó Alonso explicando a Adrián. – es un jornalero del meo pater.
-          ¿De dónde vienen?- preguntó Adrián.
-          D. Felipe siempre mándame qui asista la Casa Mayor, ésta vez para el desposo et las ramas qui han sobrado tráigolas de adorno. Al fin de la festa serán lumbre.
-          ¿Queréis que os ayudemos? – le dijo amablemente para el asombro de Ermesindo. Alonso miraba a Adrian algo extrañado, al igual que Blanca. Se dio cuenta que no podía hablar y relacionarse con los criados tan libremente.
-          Non est menester – dijo mirando a Alonso.
-          Non os preocupéis, os ayudaremos – finalizó el de Tremor.

Los tres adolescentes, estuvieron ayudando a adornar la explanada a Ermesindo y los demás campesinos entre risas y bromas. A la hora de comer, ya se habían enterado que la cabaña del viejo loco de la laguna había ardido en la noche. Nadie comentaba nada sobre Ghadeo, nadie sabía si había muerto calcinado o no. ¿Y si era una trampa y el propio Ghadeo la había prendido?

Subieron al monte a observar el paisaje, querían enseñárselo a Adrián, después se pasaron por la casa de Alonso y dijeron que comerían en la carroza de Blanca.

Nila les dio la comida en pequeños cuencos de madera y al final la comieron en la pradera.

A media tarde, irrumpió un nuevo carro que nadie esperaba.

-          ¡¡Oh non!! ¡Non puede ser! ¡De novo hic! – Alonso, miró a su prometida, y después miró el carromato que se acercaba, Adrián, también le vio, era azul marino con violeta.
-          ¿Quién es? ¿Por qué no queréis que venga? – preguntó. Alonso paró de reírse y se lo explicó.
-          Abhinc annos qui non venía sed, ha tornado. Est una loca adivina qui según os ve, dice qui con polvos leete el sino, también leelote con los huesos de los monstruos qui hay plus ultra del mare – dijo el noble riéndose de la adivina.

El carro entró en la explanada, una mujer mayor con aspecto dejado, iba sobre él, chillando:

-          ¿Qué tienes? ¿Qué adivinas? ¿La morte o una concubina?- al decirlo se quedó guiñando un ojo, la boca abierta y la lengua fuera. Los tres adolescentes rieron y la Pitonisa Andregoto les habló:

-          ¿Qvomodo estáis? ¿Os interesa saber vestro sino? –  tenía el pelo cardado, de color negro con vetas grises, llevaba puesta una túnica naranja y en ocasiones sufría de estrabismo.

-          Non muchas gracias Goto, desgraciadamente, non queremos saber nada acerca de lo qui vanos a acontecer- dijo Alonso.

La mujer se bajó del carromato de un salto y se acercó a ellos despacio:

-          Muy bien, ya arribaréis alguno queriendo saber lo qui las forzas ocultas deparanos- dijo la mujer alargando las palabras queriendo dar misterio.
-          Io creo qui no, lo sentimos mucho - dijo Alonso con un soniquete, para recalcar que era algo pesada.
-          ¿Quis est este mozo? ¿Est novo en l' aldea?
-          Sí, solo venía de pasada.
-          ¿Et qui os trae por hinc?
-          Hoy es mi aniversario et mi amigo se desposa. – dijo Adrián.
-          Ya....eso ya sabialo- le dijo arrastrando de nuevo las palabras - quomo est tu aniversario te daré un presente, esta nocte pásate por el meo puesto, recitatete el sino - le dijo haciendo esparavanes. Adrián le sonrió y aceptó la propuesta.

La pitonisa se fue mientras los jóvenes se quedaron observando el ajetreo de los últimos preparativos. Cuando se iban a ir, para prepararse, llegó el padre de Blanca:

-          ¿Qvomo han pasado el die?
-          Muy bien pater, esperamos pasarlo mucho meillor disfrutando en la festa de esta nocte.- Gonzalo le abrazó y le acarició la cabeza.
-          ¿Ubi estábais? – le preguntó su hija.
-          Signando el pactum filla.
-          Qui felix facéisme pater. – dijo Blanca abrazándole – deseo qui salga bien.
-          Eso también espero io, entra ya a la carroza qui tieneste qui arreglar para estar decente en la nocte. - Blanca se despidió de su prometido y después del de Xérit.

Los dos amigos, pusieron rumbo a la casa de D Felipe, de nuevo, como cada vez que estaba libre, volvió toda su mente con un arsenal de ideas que le agobiaban más que ayudarle. Llegaron y allí estaba Leonor sirviendo la cena:

-          Buenas noches Leo- le dijo Adrián nada más verla sin darse cuenta de controlar su vocabulario.
-          Bonas noctes senhoritos, espero que non os importe qui esta nocte sirvaos io, mea hermana tuvo qui ir a preparar algunos de los tentempiés en la feria.
-          Muy bien, non preocupese, también vos cocináis bien - le dijo Alonso
-          Muchas gracias senhorito. – dijo Leonor agradecida y algo confusa por el comportamiento de Alonso, pues siempre se comportaba como su padre.

Estaban terminando de cenar cuando llegó D. Felipe algo mosqueado.

-          ¿Qui os sucede pater?- preguntó Alonso.
-          El rei precisó auxilio en la extrema-dura et non arrivome su clamada. Tras el desposo, me necesitará para apoyarle en otra contienda.
-          ¿Quand podré ir con vos?
-          Desposaros et disfrutar. Dadme nietos et non preocupéis por la batalla, el anno próximo tendréis oportunidad de jurar al rei et comenzar vuestra propia andanza como Señor de La Silva. – le respondió tajante el Conde.
-          ¿Irá Fadrique también con vos? ¿Tendré que volver a l’abadía?
-          No, él tiene que marcharse. Tendrás que ocuparte de todo en mi ausencia, ser un hombre. – Adrián solo sonrió, no sabía qué decir.

El comportamiento de D. Felipe solía ser ausente, si ya  ignoraba a los sirvientes, ese día parecía que ni los veía. El señor comenzó a cenar, pero en su mente no parecía haber nada más que lo que le había acontecido esa tarde con el abad antes de firmar el pactum.

-          Pater, ¿Ubi fabéis guardado el vestuario d' Adrián? - D. Felipe, dio un respingo, la voz de su hijo le había sacado de sus pensamientos.
-          Los he dejado sobre el asiento del cubiculum, el de vos también encontraréislo illic.
-          Gracias Pater – contestó Alonso. Subieron a la habitación donde se cambiaron. Se vistieron con túnicas de lino en color hueso muy llamativas. Bajaron al recibidor donde estaba el único espejo de la casa. Muy anticuado pues se veía todo muy borroso. Tras colocarse un poco mejor la ropa, salieron al exterior por el porche principal.


La gente andaba como loca por las calles iluminadas con antorchas, en el ambiente estaba el aroma de los montones de flores que habían colocado.
La pradera había quedado hermosa, las ramas de los cerezos unían los puestos de los feriantes. Los lirios estaban a los pies de las antorchas, al igual que los gladiolos blancos.

Todo el mundo estaba vestido de colores claros, la mayoría de los hombres estaban en el puesto de los tentempiés bebiendo cerveza con miel.

Las mujeres que no estaban atendiéndolos, estaban hablando en corrillo o bailando con la música que algunos campesinos estaban tocando en el supuesto escenario. La música era muy llamativa para Adrián, le era muy parecido a las gaitas. También había alguno que mezclaba el ritmo de los instrumentos semi-celtas con los acordes de un laúd.

-          Hay más gente que la que vive aquí ¿no? – preguntó asombrado a Alonso mientras esperaban a Blanca.
-          Sí, sempre arrivan de otros senhorios o lugares cercanos. –  dijo sonriendo al ver salir a la futura señora de La Silva. Blanca lucía una túnica beige con un pequeño tallo de gladiolo con dos flores colocado en el pelo. Alonso se quedó alucinado, estaba realmente bella. Tenía suerte de que su pater hubiera aceptado su propuesta.
-          ¿Os gusta la feria? – le preguntó Blanca a Adrián tras saludarle.
-          Sí ¿et a vos? ¿Soléis ir a muchas?
-          Meo pater va a totas les festas del lugar, como la de Albares o la de Torre. – le respondía explicándole – sed non voi a totas. Me gustan mucho las danças.

Las personas que bailaban cada vez eran más, los hombres también se animaban a la danza, algunos ya agraviados por el alcohol provocaban la risa en los demás.

Se pasaron por el puesto de los tentempiés y Nila les puso un ponche y trozos de carne guisada. Adrián recordaba las fiestas de los pueblos, con toda la gente, la música, aunque, la de esa fiesta, era realmente divertida y marchosa, Adrián echaba de menos la voz de sus artistas preferidos. Aunque no se podía quejar, podría haber sido peor.

La noche ya había caído sobre La Silva y el aire frío soplaba levemente por el valle. Adrián les miraba sintiendo sus manos quejarse de frío, no parecía importarles la temperatura, seguían celebrando que un año más la tierra les había dado los alimentos que habían cultivado.

Empezaron varias peleas, de vez en cuando los hombres tenían que defender a sus mujeres como un territorio propio, los niños jugaban a esconderse, a correr, la gente bailaba danzas tradicionales. Había un gran grupo de personas, que bailaban las danzas como si de coreografías se tratase, todos coordinados y muy bien acompasados. Hacían bromas imitando a los cortesanos. Adrián se sorprendió sonriendo, ¿feliz? ¿Acaso no estaba tan mal ahí? ¿No le importaba volver a casa? Sí, pero tampoco podía hacer más, también quería disfrutar.

Aprovechó para dejar a Alonso con Blanca bailando e irse a ver a Andregoto.

El puesto estaba en un rincón de la pradera, casi escondido entre los árboles, las personas hacían cola delante del lugar donde la Pitonisa leía el destino.

Delante de Adrián estaba la sirvienta de D. Felipe, Leonor.

-          Ave Leonor ¿qué tal estáis? –le dijo sonriendo, le veía algo intranquila.
-          Ave Adrián, estoi preocupada por el senhor – Leonor miró en todas las direcciones, como vio que nadie le miraba, comenzó a cuchichear - Ha arribado muy cansado et después de cenar subióse a su cubículo. Servidora estaba limpiando un poco el pasillo quando escuchéle fablar en sueños, decía cosas acerca del abad et sobre la senhora Elvira. – Adrián no había visto ni había preguntado a Alonso por su madre.
-          Elvira, ¿era la mater de Alonso? ¿qué le ocurrió? -  Leonor miró de nuevo a alrededor y siguió la conversación:
-          La senhora cansóse d' habitar hic et fuimosnos todos a la residencia mayor de D. Felipe. La senhora estaba en cinta et decidió alumbrar illic. Quando arribó el momento, todas las criadas fuimos a atenderla, sed al subir a sus aposentos, el abad solo permitiónos pasar  a las meas hermanas et a me. La senhora estaba muy débil et cansada, sin embargo trajo al pequenho Alonso al mondo sin problemas, Quomo si lo hubiera hecho siempre. Dña. Elvira en ocasiones deliraba sed est normal en esa situación, comenzaba a decir palabras sin sentido, sed Fadrique en vez de dejarnos illic para cuidarla echónos, dijonos qui solo dejaría pasar a D. Felipe. El senhor estaba de cacería y tardó en llegar.  Nosotras estábamos preparando los utensilios de la cena, quando vimosle entrar, le dimos las buenas nuevas et alegróse muchísimo, subió a ver a su esposa et de illíc los tres non salieron en toda la nocte. – Adrián estaba ensimismado con la historia:
-          ¿Qué le pasó a la señora? – preguntó de nuevo abrumado. Leonor contestó rápido porque la siguiente en pasar, era ella.
-          La matutina siguiente encontré al senhor cavando un hueco, imaginé qui sería del bebé, pues la mayoría de las veces ocurre. Dijome qui dejarale solo. En  la comida, el abad dijonos qui D. Felipe non bajaría a comer, estaba muy dolido con la pérdida de la senhora et qui la culpable de su muerte fabía sido la mea hermana minor a la qui fabían vendido a un comprador porque por la nocte fabía entrado a arropar al bebé y dióle morte a la senhora.. – Adrián abrió la boca, la historia era muy triste y llena de desgracia, iba a responder, pero Leonor le acarició la cara para que no se preocupara y como era su turno la de Compostella pasó donde la adivina. Mientras tanto Adrián se quedó hipnotizado mirando las llamas de la gran hoguera que había en el centro de la pradera.

Leonor no tardó mucho, salió algo más tranquila de lo que había entrado, sonrió al de Magerit y se fue.

Adrián estaba nervioso, sabía que en la época en la que estaba había mucha superstición. No sabía lo que la pitonisa le iba a decir pero era más que probable que fuera una farsante, pero y si no lo era ¿Qué iba a hacer si le descubría? ¿A dónde iría? ¿A la abadía?¿A casa de D. Felipe? ¿Y si acababa quemado como Ghadeo?

Entró dentro de la pequeña carpa, había una mesa, Andregoto estaba de pie frente a ella. Llevaba puesto una estrafalaria tela alrededor del cuello y debajo una túnica que estaba muy sucia, se adivinaba que en algún tiempo había sido amarilla. Alrededor de su mata de pelo, había enrollado un lazo de color azul turquesa. La mujer le recordó a la Celestina, sin embargo esta era real y cuando le miraba con el ojo bizco le daba pavor.

-          Bien aventurado seas, visitante – dijo Andregoto como en trance.
-          Salud, vengo, a por mi presente, me dijo que me iba a decir el destino.
-          Ya…se...que dijelo- habló la pitonisa arrastrando las palabras- te lo diré con los huesos del esqueleto de un animal  – Andregoto, cogió una bolsita que tenía colgada de una cuerda del techo, cerró los ojos mientras la agitaba y cuando los abrió bizcos totalmente, dejó caer los huesos sobre la mesa y Adrián intentó no reírse, le había sorprendido. La mujer asustaba.
-          Curioso…. Sois muy reservado, sed vestro sino está scrito en la cúpula celeste, vuestro nomen se sabrá por todo el mundo, escribirán canciones con vuestra vida, seréis un perfecto caballero, viajaréis mucho y lo que más anhelas os llegará. – Adrián respiró tranquilo, como suponía era una farsante, ¿cómo podía ser pitonisa y no descubrir que no es de esa época?, la mujer puso los ojos bien y miró al chico.
-          Espero qui todos vestros somnus se cumplan – la mujer se acercó a él para despedirse.
-          Yo también lo espero – Adrián estaba terminando de decir eso cuando Goto le tocó, en ese instante empezó a vibrar, puso los ojos en blanco y con voz profunda dijo:


-          “No temas por el presente.
Olvida el pasado ya,
el futuro solo existe, para quien traiga la paz.
Tu momento perdiste, tiempo ganarás
La unión será fuerte, el poder crecerá”-

La pitonisa se cayó al suelo nada más terminar de decir esas palabras, el silencio inundó la carpa.

-          Vaya, ¡otra vez desfallecíme!, perdonadme, últimamente pásame a menudo.- dijo levantándose algo avergonzada.

Adrián estaba sin palabras, lo que acababa de oír era una premonición o quizá de nuevo otro truco, para que quedara más verosímil la visión de su futuro, pero se la veía más pálida y afectada.

-          ¿Se encuentra usted bien?
-          Sí muchacho, en ocasiones pasame, debe ser la edad – dijo sonriendo.
-          Está bien, quede con Dios.
-          Vos también amico.

Salió de la carpa y allí le esperaba Alonso. Los dos se fueron al centro a buscar a Blanca. Los prometidos estuvieron enseñando a Adrián cómo se bailaba esa danza y al rato le cogió el tranquillo. Después de casi una hora bailando y riendo, Alonso le dijo que ya era muy tarde y se tenían que ir porque al día siguiente partirían hacia la Casa Mayor.

Adrián no se atrevió a decirles nada sobre lo que le había dicho Andregoto, ni la conversación que había tenido con Leonor, la muerte de su madre, era algo personal que debía contarle él



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